viernes, 21 de agosto de 2009

Arte.


A menudo imagino que lo del arte está en lo pequeño, en lo sutil, en los pequeños detalles para marcar la diferencia. Que un aroma, un perfume, una palabra o un trazo pueden diferenciar a una obra de una genialidad, que el genio es aquel que puede ir tres pasos por delante del trabajador incansable con un solo movimiento del pincel.

Que quizás muchos podrían haber esculpido a David, pero solo Miguel Ángel le dibujo con la mente en la piedra, le pudo dar esa naturalidad de pose y esa mirada que desafía como si tendría vida.

Imagino que todos tenemos esas canciones que nos remueven por dentro, por ese verso, ¿ se te ocurre alguno ? o esa guitarra..

Ahora me imagino esa guitarra española, lenta y Silvio sentado "-una mujer se ha perdido-conoce el delirio y el polvo, -se ha perdido está bella locura,- su breve cintura debajo de mí.. " Eso es una genialidad y parece sencillo.

O que me decís de Dylan, ha marcado generaciones y sigue traspasando hasta la actualidad, casi le basta con su saber estar, pero Slash convirtió con un solo de guitarra una genialidad, de una canción suya llamando a las puertas del cielo.

La confesión de Calamaro y Bumbury por Discepolo.. Hay que carecer de corazón para no sentirlo.

A menudo novelas quedan eclipsadas por un simple verso y Pablo lo demostró " Puedo escribir los versos más tristes está noche.. yo la quise y aveces ella también me quiso.. Puedo escribir los versos más tristes está noche.. "

Uno ignorante como soy de la pintura, se queda perplejo ante los cuadros de Dalí, marca la diferencia la genialidad, es como el Guerrouj en el ochocientos final, va tres pasos por delante de los demás. Es como el Michelino o Alejandro en la Doyenne, esa facilidad ese redondeo marcan la diferencia.

Hace años Michel Brass se adelanto a sus colegas de la nouvelle cuicine con un tosco (aparentemente) bizcocho de chocolate (coulant au chocolat) que dentro del marco de sutilezas que envolvía la complejidad del plato, destacaba por portar como un caballo de Troya un chocolate calentito al final de la comida. El comensal sin saberlo intentaba partir el bizcocho y este se deshacía delante suyo, aquí nacían numerosas corrientes gastronómicas. Intentar tecnificar las emociones era el afán de muchos, un caldo que se hacia gelatina en la boca, una cera que se perdia dejando un aroma, etc.. pero Michel ya iba por delante de la cocina tecnoemocional, había marcado la diferencia.

Quizá la diferencia ahora este en esos pequeños matices y en el producto. Lo natural es un reducto muy pequeño, lo antinatural nos invade gradualmente y no nos damos ni cuenta. Pronto no recordaremos a que sabían aquellos pollos de corral, no habrá productos de referencia.

No lo se, si supiera marcaría la diferencia y seria un genio.

"Solo busco un trozo de verdad- un destello de felicidad"


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores